RUIDOS
EN LA NOCHE
El pequeño Timmy vivía con sus
padres y su hermanita en un antiguo caserón a las afueras. Siempre habían
vivido ahí. Era una casa muy grande y lúgubre, pero a Timmy no le daba miedo.
No era nada miedoso para tener siete años. Pero había una cosa, una sola cosa,
que le aterrorizaba. Una muñeca que su hermana había encontrado algún tiempo
atrás en un mercadillo y de la que se encaprichó.
Esta muñeca tenía un curioso
mecanismo que hacía que moviera la boca cuando decía algunas frases grabadas,
pero el altavoz hacía tiempo que se había estropeado. Así, cuando la niña
presionaba el botón de su espalda, sólo se oía el entrechocar de los dientes:
Clac-Clac-Clac
Y esto era lo que aterrorizaba a
Timmy. Cada tarde, desde su habitación, escuchaba a su hermanita jugando con la
muñeca. La escuchaba hablando con ella, como si la entendiera, le preparaba
comidas imaginarias y la vestía. Pero, por encima de todo el parloteo de la
niña, Timmy escuchaba el incesante claqueteo de la muñeca:
Clac-Clac-Clac
Una noche, después de acostarse,
Timmy se dio cuenta de que no podía dormir. Notaba algo raro, una extraña
sensación que no le dejaba descansar. Aguzó el oído, esperando oír no sabía
qué. Entonces, se le pusieron los pelos de punta al escuchar, en la habitación
de su hermana, a la muñeca sonando:
Clac-Clac-Clac
Casi se desmayó del susto.
Volvió a oír, pero esta vez no escuchó nada. Se habrá activado sola, tal vez
por el calor, pensó. O quizás fueran imaginaciones suyas. Quién sabe. Después
de todo era sólo una muñeca, ¿verdad?
Volvió a la cama, más tranquilo.
Pero antes de poder siquiera cerrar los ojos, escuchó, esta vez en el pasillo:
Clac-Clac-Clac
Pegó un salto en la cama. ¿Se
estaba volviendo loco?
Esta vez fue incapaz de
levantarse. Se acurrucó en la cama, deseando que fuera sólo una pesadilla. En
el pasillo, cada vez más cerca, se seguía oyendo:
Clac-Clac-Clac
Timmy se metió aún más hondo
entre las sábanas. Aquello no podía estar pasando.
Clac-Clac-Clac
No podía ni respirar.
Clac-Clac-Clac
El sudor le caía a chorros por
la frente.
Clac-Clac-Clac
El picaporte de su puerta empezó
a girar. ¡No puede ser verdad!, se repetía Timmy una y otra vez.
Clac-Clac-Clac
¡Esto no puede estar pasando!
CLAC-CLAC-CLAC
Y la puerta finalmente se
abrió...
Clac-Clac-Clac
Guillermo
Chicón Lorente, 2ºC
La casa del terror encantada
Eran
las 21:00 de la noche, cuando los compañeros se reunieron en casa de Jimmy. Habían concertado esa hora para
disfrutar de Halloween en toda su plenitud, además de querer disfrutar de la
casa del terror en Moneycity, una de las mejores del país. Algunos decían que
algunas personas nunca salieron de ahí. Claro que los compañeros de Jimmy no
eran muy supersticiosos, por lo que nunca se creían estas cosas. Estuvieron
largo rato hablando sobre que hacer primero ya que, es evidente, esa casa
estaba en un parque de atracciones, con lo que había muchas otras opciones para
divertirse primero. Decidieron ir a la casa encantada al final, como un gran
punto culminante del día, y así hicieron.
Después
de divertirse en la mega montaña-rusa, empaparse en el paraíso acuático, reírse
con los payasos y pasar vértigo en el tirachinas, entraron en la casa del terror. Tuvieron suerte y fueron
los últimos que pudieron entrar a la cola, porque era ya la hora límite y
estaban a punto de cerrar.
Para
pasar el rato charlaron y escucharon música, pero su nerviosismo iba en
aumento, aunque bien lo ocultaran.
Entraron
en la casa.
Al
entrar, un hombre asustaba a los chicos que se acercaran, diciendo cosas
terroríficas de la casa y contando leyendas (falsas, desde luego) de la casa.
Una
vez pasaron al interior tras escuchar al hombre, llegaron a lo que suponían que
era el sitio central de la casa del terror. Había cuatro pasillos, justo el
número de compañeros que eran. Los chicos pensaron que sería casualidad, pero a
cada pasillo lo acompañaba un cartel. En el 1º ponía:
Este pasillo es para
los que no temen
a nada, ni siquiera a
la furia de dios
El chico más rebelde, Alberto (cuyo nombre tiene un significado
peculiar,
“el resplandor de la estirpe noble”) , proclamó con orgullo: “ Este cartel lo han hecho sin duda para mí”. Y se encaminó
orgulloso hacia ese camino, ignorando las advertencias de sus amigos, y seguro
de que así ganaría mas dignidad por parte de sus amigos
Después de que Alberto los dejara tirados, se dispusieron a leer
el 2º cartel.
Este
pasillo es para los que tengan
miedo de
una cosa, pero la oculten
Inmediatamente corrió Bruno hacia ese pasillo para intentar que
sus amigos no le preguntaran nada, y lo consiguió, dejando a los dos compañeros
muy intrigados sobre esa extraña reacción.
Este
pasillo es para todos los que tengan miedo de cosas comunes como asesinos,
ladrones o animales peligrosos
Esta vez fue Sandra la que dirigió al pasillo con paso dudoso y
titubeante, pensando si sería lo mejor, pero al final decidió entrar y luego
pensarlo.
El pobre Jimmy se quedó sólo y asustado, pero vio el 4º y último
cartel.
Este último
pasillo es para todos los que
estén ahora
mismo muy asustados
Viendo que ese era el último cartel y se correspondía a la
perfección a su estado de ánimo, entró, aunque sólo dio unos pasos cuando oyó
el grito desgarrador de Alberto gritando. Jimmy se asustó tanto que fue
corriendo por el estrecho y sinuoso pasillo. Cuando dejó de correr por el
cansancio escuchó como Bruno decía “no, por favor, eso lo odio, por favor,
NOOO”
Esto bastó para que Jimmy corriera como alma que lleva el diablo,
y, ya cerca del final, oyó a Sandra caer desde algún lado chillando como loca.
Cuando llegó al final, casi se le paró el corazón, al ver la
suerte que corrieron sus desafortunados amigos.
Vio a Alberto crucificado, como le hicieron al hijo de Dios,
Jesús.
También vio a Bruno con una aguja clavada en el que debía de haber
un virus, ya que sospechaba que Bruno temía a las enfermedades
Por último, vio a Sandra y una piscina, en la que había un banco
de pirañas. De Sandra sólo quedaron huesos y despojos.
Después de ver esto, Jimmy encontró la salida y fue corriendo
hacia su casa.
Jimmy fue ingresado en un hospital para destraumatizarlo.
La casa del terror de Moneycity fue clausurada, aunque dicen que
los espíritus de estos chicos vagan por las casas del terror, haciéndolas
encantadas, sólo para vengar sus pobres almas.
FIN
Ignacio
Morillas Rosell
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